miércoles, 13 de enero de 2010


FRANCESCO PETRARCA Y EL CANCIONERO.

Petrarca (1304-1374), poeta italiano. Comenzó sus estudios en Aviñón y cursó la carrera de Leyes en Montpellier y Bolonia, al tiempo que se entregaba a la lectura de los poetas provenzales. En 1326 volvió a Aviñón y un año después se enamoró profundamente de Laura, a la que dedicó algunas de sus más bellas poesías. En 1348 obtuvo un cargo eclesiástico en Parma y posteriormente vivió en Milán, Papua, Venecia y Arquà.

Petrarca poseyó un profundo conocimiento del latín y de la Antigüedad clásica, por lo que es considerado uno de los grandes humanistas. Intentó alcanzar la gloria literaria con sus escritos en latín, pero lo consiguió de hecho con sus poemas en lengua romance. Su poesía lírica en italiano logra una calidad sin precedentes, por la musicalidad de los versos, la perfección del endecasílabo y la elegancia con que se expresan los diversos estados de ánimo. A través de su obra ha influido en la lírica occidental durante siglos. Entre sus obras destacan África, De viris illustribus (1338), el Secretum y De vita solitaria (1346-56), en latín y, sobre todo, sus libros de poemas en italiano, Rime in vita e morta di Madonna Laura conocida como el Cancionero (1335) y los Triunfos, publicados en 1374, detallan la elevación del alma humana desde el amor terrenal a su realización a través de Dios.

Muchos de los poemas de Petrarca fueron transformados en madrigales por el compositor italiano Claudio Monteverdi. El Cancionero de Petrarca actuó como un diapasón en la literatura europea de la época y del renacimiento. Por eso, desde su nacimiento, fue considerado una obra maestra. Su imitación y el desarrollo de sus formas, temas y estilo configuraron una corriente lírica llamada petrarquismo, que primero en Italia y después en Europa, influyó decisivamente en la creación de la lírica amorosa moderna. En España, Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, escribió siguiendo sus planteamientos Sonetos fechos al itálico modo, pero fue el valenciano Ausiàs March el verdadero difusor de la poesía petrarquista. Su concepto idealizado de la mujer —Laura— pervivió hasta bien entrado el siglo XVI. Pero esta poesía también encontró detractores que rechazaban el endecasílabo, como Cristóbal de Castillejo, por considerarlo ajeno a la tradición castellana y preferir el dodecasílabo tradicional.

Ahora vamos hablar del Cancionero que es un conjunto de 366 poemas, la mayoría de ellos sonetos y odas, que desarrollan la historia de la pasión amorosa que el poeta sintió hacia su amada, Laura. Está concebido como una obra unitaria, dotada con una estructura precisa en la que fundamental la división de dos grandes bloques separados por la muerte de la amada: los poemas in vita e in morte de Laura.
Representa una auténtica revolución literaria. La métrica presenta varias innovaciones, como la consolidación del verso endecasílabo y de estrofas como el soneto o la canción. La temática aporta un repertorio exhaustivo de sentimientos y situaciones que se pueden dar una relación amorosa, descritos con minuciosidad y sutileza: el encuentro con la amada, su descripción, los sufrimientos y angustias, las ocasionales alegrías… Se desarrollan todos los tópicos amorosos que van a alimentar la lírica europea durante tres siglos. El estilo también es novedoso: el discurso del poeta se adapta con flexibilidad a las formas métricas elegidas, creando una sensación de naturalidad y elegancia expresiva. Hay, además, abundancia de imágenes, símbolos y metáforas que serán empleadísimos en la posteridad.
El Cancionero se abre con un soneto que funciona como prólogo, en el que el poeta introduce y explica la historia amorosa. Tras su composición, el poeta expone la intensidad de su amor en el poema II. Una de las constantes de la primera parte del Cancionero es la descripción de los rasgos físicos de la amada, donde reside simbólicamente su elevación espiritual y su trascendencia del amor del poeta. Para ello, Petrarca acude a imágenes y metáforas propias de la poesía amorosa de la Antigüedad, y al mismo tiempo crea otras nuevas que van a ser recurrentemente utilizadas en la poesía occidental. La intensidad por su amor hacia Laura crea una adoración parecida al sentimiento religioso, por la cual el poeta bendice y glorifica a su amada, a la que ubica en un estadio superior: considera que Laura es una donna angelicata (“mujer angelical”); sus atributos se toman sobrehumanos.
La muerte de la amada deja al poeta desolado, por lo que las composiciones de esta segunda parte tienen un tono marcadamente elegiaco. Sin embargo, la intensidad espiritual del amor de Petrarca hace que en ocasiones sienta alivio a su dolor a través de apariciones de Laura –en sueños o en la imaginación del poeta-, que le promete a Petrarca una eterna unión en el cielo por haber renunciado en vida a consumar materialmente su amor.

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